“…una
noción extrañamente irracional de que existe algo en el mismo flujo del tiempo
que inevitablemente curará todos los males. Realmente el tiempo es neutral.
Puede ser usado constructiva o destructivamente.”
– Martin Luther King, Jr.
Martin Luther King hablaba de un
consenso social donde se percibe el tiempo como un ente generador de soluciones
ante la cotidianeidad de las personas, si bien es cierto nos podemos presentar
ante situaciones que podremos resolver conforme avance el tiempo, esto no
significa que el tiempo per se sea la
respuesta, por el contrario nuestras acciones son las que definen los
resultados que obtendremos en las distintas situaciones de la vida.
Si usted desea trabajar con horario fijo
de ocho de la mañana a cinco de la tarde, tener los fines de semana
completamente libres, además de disfrutar de sus días feriados y vacaciones
como dicta la ley, se equivocó de profesión.
La comunicación en general no permite
estas licencias, no porque no existan estos beneficios en el campo laboral sino
porque para sobresalir en la carrera de comunicación hay que tomar ciertas
decisiones que van ligadas con el tiempo. La publicidad es la rama de la
comunicación colectiva que presenta los mejores escenarios para ejemplificar la
relación del profesional con el tiempo.
Pensemos por un momento en El Cliente, esa figura que contrata los
servicios de publicidad para obtener algún tipo de beneficio a cambio, siempre
principalmente beneficios económicos. El rol del publicista es entregar el
servicio al cliente de la manera solicitada y en el tiempo solicitado; de lo
contrario, se pueden romper las relaciones con el cliente, éste se puede ir y
deja de invertir en nuestros servicios.
Es cierto que los “relojes biológicos
ayudan a mantener nuestros cerebros y cuerpos dentro de un horario” (Wright, 2002),
pero ¿qué pasa cuando El Cliente se encuentra fuera de nuestras fronteras?
Según Antonio Damasio “podemos coordinar nuestras actividades con las de los
demás porque todos implícitamente seguimos un sistema único para medir el
tiempo, uno basado en el inexorable aumento y la caída de la luz del día”
(Damasio, 2002). Aunque esto en primera instancia pueda resultar completamente
racional resulta que cuando tenemos clientes en zonas horarias diferentes a las
nuestras, es deber del profesional atender al cliente según sus necesidades, de
manera que si un material debe de estar listo a más tardar las dos de la tarde
en su país, nosotros como profesionales debemos adaptar nuestro horario de
trabajo para poder cumplir con este requerimiento, aunque esto signifique
trabajar horas extras o incluso realizar reuniones de trabajo en medio de los
que nosotros frecuentemente llamamos “madrugada”.
En la era de la información todo se rige
a partir de la velocidad [distancia
recorrida por un objeto por unidad de tiempo],
“el mundo conectado logra borrar las barreras de tiempo. Este logro se basa en la
progresiva capacidad de medir el tiempo con mayor precisión” (Stix, 2002). Los
eventos que se estén dando al otro lado del mundo son conocidos por el resto personas
de manera casi inmediata, el tiempo de espera para poder accesar a los datos depende
de la primera persona que decida publicar información sobre algún tema. Es esa
misma inmediatez la que le permite al cliente demandar mejores servicios en el
manejo del tiempo y nos obliga a nosotros como profesionales a explorar
diferentes mecanismos para optimizar y
agilizar nuestro trabajo. Decirle a un cliente que no nos alcanza el tiempo no
es una opción.
Situaciones
como esta hacen que nosotros, los futuros profesionales en publicidad, tengamos
una apreciación diferente del tiempo, donde “las reglas del tiempo social
constituyen un lenguaje silencioso” (Ezzell, 2002) para nosotros. El tiempo se
convierte en un rival eterno y de la misma manera es nuestro compañero más
fiel.
Bibliografía
·
Damasio, A. (2002). Remembering when.
Scientific American. September 2002. Pp 66-73. Traducción de la
autora.
·
Ezzell, C. (2002). Clocking
Cultures. Scientific
American. September 2002. Pp 74-75. Traducción de la
autora.
·
Stix, G. (2002). Real time. Scientific
American. September 2002. Pp 36-39. Traducción de la
autora.
·
Wright, K. (2002). Times of our lives. Scientific
American. September 2002. Pp 58-65. Traducción de la autora.
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